viernes, 23 de diciembre de 2016

NAVIDAD 2016


Después de muchos años sin congregarnos alrededor de una mesa navideña, nos sentamos juntos a celebrar el gran día. Fue una escena repetida, mi familia con aroma de invierno y abundancia, un soplo de cielo y sueño desgranado en años de grandes tormentas y cicatrices mal cerradas.
Cuando brindamos la luz temblaba, frente a nosotros se abrió la puerta de la ausencia y no supimos cerrarla.

Las semillas del mundo me llenaron el cuerpo de vacío; tanta silla sin nadie, tanto temor al abrazo, tanta quietud, tanta sombra, tantos peces sin agua, tanto dolor inmóvil, tanto nada.
Nos contamos historias  banales y a veces, algún rato, me hice invisible para enterrar penurias y tristezas.

 Abrimos regalos y heridas, nos besamos y entregamos y recibimos los mejores deseos, esperanza y fuerza y alegría ancha.
Luego, cayó la noche y nos despedimos con ternura, cada cual fue a su casa y a su vida con sus recuerdos bajo el brazo.           

Al entrar por la puerta me senté en el suelo con mis perros contra el pecho, abrazados, uno a cada lado, y empece a llorar.
 

























miércoles, 3 de agosto de 2016

ENTRE MAR Y MONTAÑA



Son cerca de cuatro meses pisando arenas pardas y crujientes hojas derramadas en el barro de las acequias secas. Aquí el azul es mas salvaje y las olas vagabundas y encendidas. Es un  mar exuberante de grandes pezones generosos. Los perros los recorren cada día multitud de veces mientras se deslizan por el vientre de un agosto orgulloso,  arrogante y excesivo.
En tierra, en la montaña,  en la intemperie, se encuentran múltiples senderos solitarios, vestidos de tímidas flores apagadas, amarillas, ocre, palidas y escarlata, agonizando, luchando por el agua que no alcanza.  El calor cae en cascada, acechando, deseando enredarnos en sus garras.
Tecla y Dandy rastrean los pinares, escarban incansables buscando en la humedad escondida una sombra fresca y un soplo de viento amigo.

Todo mi equipaje en la cartera, todo el dolor acumulado, todo el remordimiento y el silencio de la ausencia está también presente en esta nueva casa, corre por las paredes, asoma en las ventanas, suena inclemente en el espacio, en las horas que abren los relojes y dentro del sueño recogido. Por mucho que me aleje, por mas distancia que recorra, por mas que camine, yo traigo en mi bolsillo, junto al pecho, el desgarro oscuro y espacioso que causa mi hija muerta.









domingo, 15 de mayo de 2016

NOS MUDAMOS



Hemos ido a vivir entre apretadas flores de tallo verde y pétalos silvestres,  matorrales espesos,  fragantes pinos torcidos al viento, robles y encinas y terrones azules de mar y de cielo.
Suena la campana de la iglesia y un gallo rompe la línea del silencio. Derraman, en el paisaje, los pájaros su trino formando un coro enmarañado entre la piedra estática y la quietud matutina.  

Tecla recorre la montaña como un puñado de tierra, huele, vigila, descubre los latidos de esta vida menuda que pasa entre la hierba  y Dandy persigue pajaritos que le retan al vuelo. Se va, desaparece en los zarzales y regresa engalanado de barro, de rocío y de pradera. Avanza de nuevo coronado de incontables pinchos y hojarasca y algún arañazo en su vestido regio. La lengua resbala hacia fuera y jadea, babea y brilla al mismo tiempo. Hay en sus ojos  una felicidad indecible mientras su cola gira como una vela en tormenta.

Debimos haber marchado hace ya tiempo. La ciudad, la grave pesadilla de paredes sombrías, la masa intranquila de rejas cortantes, movimiento intermitente que galopa entre grises nocturnos y amargos rechazos, de largos vacíos y erguidos rumores. La  gran Barcelona que jamas se detiene pero tiene frío y tose y enferma y tiene fiebre y duele y quema y arde y mata sin ni un suspiro de pena.  Esta urbe mía, a la que a veces amo y otras he maldito, nos llenó de hartazgo, nos quedó pequeña.

Los gatos, de momento, se quedan al cuidado de mi hijo, en su castillo sagrado, su fortaleza augusta, porque para ellos no hay más universo que esa morada antigua.













jueves, 14 de abril de 2016

ALEGRIA

Debo estar loca pero todo pide que le cante. Las tinieblas profundas y engañosas, de pronto,  se tienden en mis brazos. Las zarzas del camino, salvajes, dolorosas, duras y enramadas se inclinan, se arrepienten y aunque vuelven a la boca no destruyen mi aura. Ahora, bajo la luz huraña alcanzo a ver la paz en las ventanas
Codo a codo, la arena suspendida en el aroma de las flores se calza mis zapatos. Ahora el mar reluce, llegan los perros y sus amigos, corren y crecen a mi vista y el fondo de la tierra es transparente.  

El duelo me hace llorar, el luto suena en el tiempo y en mis andares desolados y heridos. Las cicatrices se derraman en costados abruptos y siguen en la mesa, cenando conmigo.  Ahora, sentados en círculo en las olas, esa gente reunida, deja en mi vestido una sonrisa ancha.

Estoy  preparada para saltar el cosmos
















domingo, 10 de enero de 2016

2016


Mientras el año  recién nacido llamaba a nuestra puerta, nosotros ya dormíamos. 
El universo entero temblaba con la fiesta, lluvia de luces y petardos aullaban por el cielo, circulaba el cava y se impregnaba en la atmósfera caliente de la noche última y primera. Los cantos de la gente clavados en el viento y en los huesos ebrios de licores, ansias de bailes, ciegos al son de besos sin sentido, alegría, 
 locura y música estridente.


El reloj abre sus brazos a amores y banderas, a sueños incompletos y súbitos deseos inconscientes y el mundo saludaba las doce campanadas que robarán el tiempo. Un resplandor secreto que admira y embellece las tinieblas, racimos agitados, dispuestos a vencer fracasos inminentes, tímidos prisioneros, esta noche es todo menos transparente.

El día 1, a primera hora, cuando amanece y el cielo se viste con diadema, todas las luchas comienzan de nuevo, el vacío en las miradas, los ojos sedientos, la piel amarilla y el humo inmóvil en la cabellera. Ahora las calles están estampadas de silencio, huele a resaca, a pólvora abrasada, a miseria. Nadie se saluda, nadie se conoce y asoma el miedo.


Antes que la ciudad se desperece y nos engulla en su aliento fétido. Tomamos el futuro en nuestras bolsas y andamos costa arriba, camino al horizonte, al mar desnudo, a la brisa recién peinada por la arena sin fronteras. Y no pedimos otra cosa que vivir este momento.