miércoles, 22 de mayo de 2013

CHARLANDO


Andar entre el paisaje con los perros es un regalo completo, para algunos será minúsculo, para nosotros,  que amamos el espacio compartido, es todo un universo en las entrañas.
Nos gusta la lluvia cuando llueve, la niebla espesa en la mañana,  el sol oscuro que te ciega, el pájaro en el  follaje del viento cristalino, la vida galopando por la la boca, y surcando el espacio transparente el río, el mar, las olas cantarinas, el cielo y la  tierra amarrados en un abrazo.

Arriba, en lo mas alto, hay una red de amigos, personas y animales que huelen a lavanda y armonía. Cruzamos por el mismo destino inconfundible, fundidos en racimos de justicia, paz y nido.
La cifra varía cada día, a veces muchos, otras veces nadie.

Yo con mi dolor a cuestas, extiendo a mi hija y me estremece sentir su energía cósmica, su talle frágil en mi cintura. 
 Es maravilloso salir a correr mundo y confundirse. Quemar la mascara, atravesar la tierra desnuda y terminar semilla. 

Cuando nos vemos cansados, tomamos la avenida y nos sentamos en medio de la calle, a nuestros pies los perros jadean soñolientos. En invierno, la mesa sola y desnuda se colma de café caliente, risas, arena movediza, humo y vino tinto. En entretiempo corre la cerveza ,y siempre, la palabra entre el sonido alegre, esa música que canta y cura, esa voz que tan bien conocen nuestros perros.