jueves, 13 de septiembre de 2012

NOCHE DE LLUVIA



No tenemos sueño ni ganas de acostarnos, hay en casa unos racimos tristes, una tortura presente, una congoja, un silencio intocable un invisible desnudo, un sobrecogedor roto, un quebranto enredado, un desvario que cubre las paredes, el techo, el suelo, el aire, las ventanas. Sube como la hiedra, se construye en secreta estructura y nos empuja hacia las calles sin puertas.


En el abandono de una noche mojada, azotan los relámpagos sus lanzas afiladas, se desgarra el cielo en sangre y viento firme. Rodamos por el parque, envueltos entre una tierra  sedienta y una oscuridad que brota de la nada.
Cruje el alba enrarecida, lucha y desembarca en una
mañana clara que aísla la lluvia, la esconde y recoge en pequeñas gotas de rocío. La hierba, antes desamparada, es ahora luz tierna, verde en barro, delicia pura, desbordando vida.


Podríamos quedarnos hasta el infinito, andando, segando el fin del tiempo, pero Solid y Xaloc padecen de los huesos, yo misma sufro artrosis, los años han ganado territorio y nos nos conviene esta ventisca dulce, ni este florecer  en  agua. Y están los gatos aguardando en la casa helada, solos, esperando los ladridos amigos, acechando desde el fondo de la cristalera, apretando la noche, vigilando su minúsculo imperio.
No hay  razón mas convincente para deshacer nuestros pasos, correr ciudad y agua, pisar el aire, segregarlo, avanzar, extender, deslizarnos con el pelaje salpicado de esperanza hacia el mas tarde.