jueves, 8 de septiembre de 2011

LOS NIÑOS

 Vienen los niños por la tarde. Detrás de la puerta, antes de la llamada, tres hocicos esperan con ansia perderse en sus brazos. Su sola presencia absorbe, araña los silencios importunos.
Sacuden, bulliciosos, la soledad del día. Su ímpetu me arrastra, devora la calma, destruye la pereza, tritura el vacío amargo.


Nos instalamos en un fresco griterío y el juego empieza. Libres por el parque pisamos la frontera. La tierra húmeda huele a raíces. Se multiplica la dicha sonora. Se abren balcones y ventanas.

Hay un despilfarro de fuerza y energía envuelto en sus vestidos. Nos hundimos en el desenfreno de un paseo salvaje. Los perros, agotados, se juntan, repican las campanas y volamos al viento.

Fatigados tomamos el camino de retorno, los niños galopando, los perros salpicados de barro, jadeando.

No quiero despertar sin su inocencia.








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